Tuve un padre que, con sus aciertos y fallas como humano, se convirtió en mi héroe.
La vida me regaló un segundo padre que fue, en mi niñez y adolescencia, quien me orientó a descubrir muchísimas cosas que la pobreza no me permitía imaginar siquiera.
La pobreza limita en extremo, no te permite conocer, entre otras cosas, la cultura, la ciencia, el deporte.
La pobreza en casa de mis padres tuvo una variante milagrosa, brillante, basados en sus experiencias de huérfano desde la infancia primera y vendedora de tortillas a domicilio, pensaban, estaban convencidos que era la educación lo que permitía abandonar honestamente la pobreza.
El premio al final del año por pasar el grado era, visitar una semana completa a mis abuelos en Mejicanos, San Salvador. Allí vivían mis abuelos maternos, mis tías que nos querían tanto que les llamábamos mamá y mi tío Elias, a quien nunca le llamé padre, sino que le decía "Parra" porque me parecía como una sombra providencial sobre todos los sobrinos (él en ese momento no tenía hijos) que a mí, me permitió conocer más sobre la vida.
El fue el hombre de las primeras veces: la primera vez que fui al mar; al Viet Nam en el estadio Flor Blanca; al campus de la Universidad de El Salvador, caminamos toda la universidad, desde la tarde hasta la noche, ingresar a la Biblioteca Central de esa UES de 1970 y algo, me impactó. La primera vez que veía una biblioteca en la que podías tomar tu mismo cualquiera de esos miles de libros, había un silencio total en ese gran edificio, ocasionalmente un tecleo porque en las columnas había mesas con sillas y en ella una máquina de escribir, para que los estudiantes pudieran hacer las tareas.
En cada salida, cada paseo, era una lección de vida, caminábamos conversando, contaba experiencias, historias, discutíamos cosas, aclaraba dudas. Era mi maestro. La primera vez que supe que no solo existían sorbetes de carretón, fue con él. Lo más sofisticado que conocía eran las minutas con sorbetes de Alaska (Fuera del Colegio Bautista en Santa Ana). Nos llevó a un negocio cerca de La Prensa Gráfica (no recuerdo su nombre), allí por primera vez vi que se podía comer sorbete en una copa, con cuchara y descubrí las servilletas. Más de alguna vez, cuando trabajé en La Prensa Gráfica, salí a ese negocio solo por sentarme a tomar un sorbete para recordar ese momento mágico de mi infancia.
Conocí a la "Ma´Meche" una señora que vendía comida en el Parque Hula-Hula, llegaba con un camión, extendía una lona y empezaba a despachar comida, se llenaba de vagos, bolos y nosotros, porque cuando salíamos el enseñaba que uno andaba "paseando" por tanto no iba a llegar a la casa molestando por comida.
Fue él quien me presentó, sentados en el suelo de la casa y con una tiza escribiendo y dibujando sobre él, al álgebra, y la trigonometría, de esta última hasta me mostró el "Nueva trigonometría plana y esférica" de Webster Wells, el primer libro de papel satinado que toque. En otra ocasión, tirados de espalda sobre el techa de la casita, me presentó la astronomía, me mostró las constelaciones y me contó como se construían.
Me contaba como era la vida en la Universidad, él recién había intentado estudiar Economía, el esfuerzo le duró pocos ciclos, porque en el trabajo, se concentraron en ponerle bloqueos para que no estudiara, era lo común en esos años con la gente que trabajaba y estudiaba y él no podía dejar de trabajar, era el responsable de la casa.
Mi Parra nos llevó por primera vez al McDonalds, recién inaugurado, le interesaba que supiéramos que el mundo era más grande que la pequeña Santa Ana.
Era jugador estrella del equipo en el banco en el que trabajaba y, cuando me fui a San Salvador, para intentar ingresar al Instituto Nacional "Francisco Menéndez" me incluía en los entrenos que se hacían al mediodía, en esa época era común que los negocios cerraran entre las 12 meridiano y la 1 o 2 de la tarde, ese momento era aprovechado para "masconear".
Mi tío Elías, Mi Parra, fue el hombre de las primeras veces, muchas primeras veces, creo que nunca le llamé padre o papá, porque ingenuo como era pensaba que mi padre se podía molestar, fueron grandes amigos, cuando despedimos a mi padre, mi Parra dijo que fue el hermano que siempre quiso.
Hoy Mi Parra, está más señor, vive en los Estados Unidos, porque así tocó, pero cada vez que viene es una alegría enorme verle y poder acompañarle, así sea solo del aeropuerto a la casa o en el viaje de regreso y saber que él fue el hombre de las primeras veces, mi segundo padre, aun cuando nunca se lo he dicho.
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