El mayor deseo del joven es sentirse libre de hacer lo que le ronque el gusto, es tener libertad, que en ocasiones se confunde con libertinaje, pero que es casi normal en la adolescencia... Sin embargo la verdadera libertad llega cuando, al tener un trabajo se puede pagar las cuentas propias y ya no se depende de la economía paterna.
La vida no cesa, sigue caminando hasta que llegar uno a viejo.
No educados para mantener disciplina en la vida, el común de los salvadoreños, nos vamos quitando la vida de a poco: preocupaciones reales o creadas, trabajo intenso, bebida alcohólica abundante, poco o nada de ejercicio, en fin, la libertad tiene sus precios y generalmente el auto cuido no se incluye en ella.
Llegar a viejo, más o menos saludable depende de las decisiones tomadas en la juventud, sin embargo, la edad, cuando la vida dura más allá de los 80 años, se impone, se pierde habilidad y se depende del cariño de los propios o de la caridad de los que nos rodean.
Realidad difícil que deben vivir los ancianos que superan los 80 años y en sociedades como esta, es doloroso, triste. Especialmente porque somos una sociedad insensible a las necesidades de los viejos, olvidando simplemente que, a menos que muramos antes de los 80, estaremos en esa triste situación.
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