jueves, 28 de noviembre de 2013
¡Qué suerte he tenido de nacer!
Él era un señor del canto serio, del canto con pensamiento. Para mí nunca fue un cantor de protesta, aunque para la dictadura lo era. Quizás más por su vida, que por su canto. Llegaba al país y vestía todo de negro en el concierto, alguna vez leí que era para que la gente no se fijara en él sino en su canto. Y luego llegaba a la Universidad de El Salvador y en ese campus, libre, repleto de vida joven y sueños por alcanzar, se sentaba y cantaba, eran los recitales gratuitos, lejos de la parafernalia de los intelectuales que podían cancelar la entrada a un concierto, tan escasos por aquellos días.
Oscar lo cantaba en la casa de Paty ante el auditorio selecto de César y yo... eramos jóvenes, teníamos muchas dudas, muchos deseos de aprender y la triste convicción de que probablemente no viviríamos mucho... porque ser joven y rebelde era sinónimo de estar permanentemente sentenciado a muerte, hablar mal de la dictadura ocasionaba problemas, luchar contra ella te quitaba la vida.
Mucha música de Cortez me hacía pensar en la vida y su canto se pegó a mí. Hacía muchos años que no lo escuchaba, lo reencontré en uno de tantos CDś con música revuelta que me acosté a escuchar un fin de semana y hoy lo veo en un video que me hace pensar en lo vivido, porque también él está viejo, ya no es el "adulto-joven" de aquellos años... todos hemos crecido en edad y experiencia... pero hoy, en el preámbulo de mi 54 cumpleaños lo escucho y no puedo evitar emocionarme al saber que estoy vivo y que en esa vida pude conocer a Juanita y a los dos retos más grandes que jamás tuve en la vida: Yasmín y Carlos
Sin duda he tenido una gran suerte, y en mi caso, lo que digo es una herejía, porque no creo en la suerte más no me importa. Estoy vivo aun, agradecido con todos los seres humanos maravillosos que he tenido como amigos, conocidos, compañeros, familiares. He sido un elegido para ser feliz, para superar el dolor, para salir de la tristeza inmensa de una guerra y alcanzar la felicidad.
sábado, 9 de noviembre de 2013
Lety
No me lo creías, pero era cierto: era la primera vez que comía pancaques.
Tu hogar fue un lugar de muchas primeras veces, tu familia me hizo olvidar que no podía tener amigos, que era arriesgado. Pero quien se podía negar a la plática inteligente y tan centrada de tu madre o las bromas y constante risa de tu padre. La seriedad de Román y por supuesto del gran Dany, pero por sobre ellos, tu amistad, así en una palabra: AMISTAD.
En tu hogar vi por primera vez una relación padres hijos de amigos, cercana, comentando todo lo que ocurría. Viviendo en familia, así de simple, así de complicado y difícil.
Verte de nuevo ha sido una gran alegría, poder conversar contigo, tu esposo, tu madre...
Tus sobrinos tienen una gran fortuna al tenerte como tía tan cercana. Sos un increíble ser humano.
"You got a friend", fue un regalo tuyo, lo escuché en uno de tantos días en los que llegué a tu casa, para desintoxicarme de tanta porquería, pusiste la funda del Long Play en mis manos: "Tapestry"... me empezaste a contar sobre la canción te pregunté que significa Tapestry y me dijiste que "Tapicería" y una vez más tu casa se convirtió en el refugio que me permitía relajarme.
Siempre detallista, siempre atenta a las necesidades de los demás, eras capaz de adivinar en el rostro, si andábamos sin alimento y de inmediato preparabas algo para comer. Aun recuerdo una ocasión en la que la mesa se llenó estaba Edwin, el Choco, Román, tu y yo y Edwin siempre atraía tu atención para que vieras como sumergía el pan en el café, porque, luego me dijo, tu lo considerabas mala educación. Si así era yo nunca lo supe, porque conmigo siempre fuiste especialmente tolerante (además yo no metía el pan en el café).
Jóvenes al fin, corriendo por la vida y tu tratando de que cada segundo en tu hogar fuera de alegría, de hermandad, fuiste capaz de convertirlo en un oasis en ese desierto de odio que nos rodeaba.
Lety, tanto que agradecerte. Te quiero. Siempre que escucho a Carol King o mejor dicho cada vez que escucho "You got a friend" con cualquier cantante, te recuerdo en tu hogar, tu pelo suelto, sonrisa en el rostro, alegría en esos ojos vivos y bellos, siempre interesada, realmente interesada en como vivía (o sufría) mi vida, animándome, a lo mejor soñando que algún día podía convertirme en un creyente como tú. Tu nivel de coherencia siempre me impresionó. Nunca agradeceré lo suficiente el haberte conocido y sobre todo el contar con tu amistad. Gracias por todo Lety.
Irma
"¡Los Carpenters!" dije yo. "¿Te gustan?" preguntaste tu, contesté "Si", me tomaste la mano y me dijiste: "Entonces quedémonos escuchándolos", sería media mañana y el pasaje de esa colonia en Mejicanos estaba totalmente sola, así es que me apoyé en un árbol a escuchar el disco completo de "The Carpenters" que sonaba a través de una puerta abierta en una de las tantas casas. Apoyaste tu cuerpo sobre el mío y nos quedamos así, hasta que sonaron el total de canciones de ese long play.
Lo recuerdo claramente, al igual que recuerdo tus lágrimas la última vez que nos vimos, viajando hacia occidente, casualmente encontramos a tu padre en el bus y te dio la mala noticia. Eso hace tanto tiempo, aun me impacta darme cuenta que la última vez que vi tu rostro, reflejaba un gran dolor, una gran tristeza.
Eran tiempos extraños, difíciles.
Yo estaba enamorado de un ideal, no tenía tiempo para más, sin embargo tu amistad me mantuvo con vida muchos meses. Tu no lo sabes, pero en esos días preparaba mi largada a la clandestinidad total y al final, como siempre ha ocurrido en mi vida, Dios no lo permitió. Eso me permitió muchos años después verte sonreir.
Supondré que no me viste, pero yo pude caminar cerca de tí,un poco atrás de tí y el varón que te tomaba la mano y te decía algo que te hacía sonreír, y entonces me alegré de tu felicidad. Me alegra que mis amigos, mis amigas, sean felices.
No te saludé, no había porque hacerlo, eras feliz caminando de prisa cerca del Parque Zoológico en El Modelo de San Salvador, quise pensar que tu vida había ido por buen rumbo y que eras tremendamente feliz. Yo lo soy. Dios me conservo con vida y hoy, casi con 54 años te veo, achinadita, morena y sonriente, haciendo bromas, esforzándote por sobrevivir, con las limitaciones económicas que tenías para terminar el técnico en ingeniería. Hoy, luego de tanto tiempo, puedo darte las gracias por tu amistad, por tus palabras y por haberme enseñado en unos minutos lo importante que es detenerse a escuchar un buen disco, una buena canción, aun con el riesgo de que te detengan por sospechoso o que alguien pueda calificarte de loco.
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