Sábado por la tarde, hirviendo el café me alisto para servir dos tazas (la de Juani y la mía), algo que hago con regularidad abundante, pero estreno un guante de protección, soy "muela" para el calor y bueno, me protejo con eso, lastimosamente el guante es nuevo, lógicamente tiene el enguatado duro, no domado y, en un movimiento de volteo, se me zafa la olla y el líquido recién hervido, salta directo á mi cuerpo y lógicamente atrapa la parte más abundante en él: el estómago.
El ardor profundo, fuerte e inmediato me hace pensar en la gente conocida que había sufrido quemadas pero por tambos de gas estallados o llamas directa sobre ellos y eso creo que me dio un poco más de serenidad, como pensar que ni modo, me tocó y hay que hacerle frente.
Por la noche el ardor es ya importante, así es que buscamos una farmacia abierta (cerca de las 11 p.m.) y encontramos una que nos ofrece una pomada, siendo lo único que hay lo compramos y Juani me lo aplica con su ternura habitual.
Domingo, visita a mi mamá protegiendo el área quemada para que la camisa la cubra y no causarle preocupación. El área afectada tiene ampollas formadas pero Juani ha aplicado pomada con el cuidado que el amor le hace tener. El domingo por la noche decido ir al Seguro Social, el lunes por la mañana, me atienden con rapidez y calidez. A lo mejor ser declaradamente diabético e hipertenso te aliviana la atención, aun cuando, siempre que he ido a esa clínica el equipo humano es de primer nivel, incluso hoy que a simple vista les han reducido personal y horarios de atención.
Pues bien, aquí estoy con un área de unas 4 pulgadas cuadradas llena de ampollas, ardor ocasional y de momento, gracias a Dios untada con la combinación de pomadas según indicación médica, con antibiótico por cualquier posible infección y pastillas para el caso de dolor y ardor profundo.
Soy enemigo de los niños en la cocina cuando hay fuegos encendidos, porque en el Hospital San Juan de Dios, alguna vez vi a una persona quemada y quedé impactado. Tengo precauciones para evitar accidentes y creo que eso mismo me llevó a un exceso de confianza que me hizo ignorar la resistencia del guante de protección, así es que terminé con una quemadura, diría, que de primer grado, porque a pesar de las ampollas y llagas, no veo a simple vista, que pase de la epidermis. No se me ocurrió preguntarle al médico como la clasificó.
En fin una nueva experiencia, desagradable sí, pero aprendizaje valioso como todo en la vida.
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