Estoy en el aeropuerto esperando por "alguienes" que llegan y me entretengo observando las reacciones de quienes, igual que yo, han estado esperando el reencuentro con la o las personas que han ido a esperar.
En el aeropuerto hay una zona restringida, alrededor de la puerta de salida, de modo que no haya aglomeración de personas en la puerta, ha sido colocada una cinta retractil para control de multitudes, en un área de unos cinco por 10 metros, que todos respetamos, bueno, lo hacen hasta el momento en que aparece, por la puerta el ser humano esperado.
Hay personas grabando cada vez que las puertas automática abren para dar paso a recién llegados y sus maletas. Hay recién llegados que salen grabando esperando ver el salto de alguien para enfocarlo y finalmente chocar en el abrazo.
Una anciana en silla de rueda aparece conducida por un empleado del aeropuerto y una adolescente aparece queriendo abrazarla, la señora de inmediato señala con su brazo la línea restringida, para que no la rebase, el rostro muy serio termina de imponer la orden sin palabras. Pienso: ¿Cuántos años llevará viviendo fuera de este país, en el que las reglas son para violarse? Evidentemente la cultura que viene con ella es de otro nivel, así el abrazo esperado por años, deba esperar unos segundos más, la regla de la zona restringida se respeta.
Un señor de unos 50 años, repentinamente salta, como despertándose del letargo producido por la espera, y al hacerlo hace rebotar la cinta retráctil, afortunadamente el niño que estaba sentado a su lado se ha agachado, evitando ser golpeado con la orilla de la cinta y el señor se divide entre la disculpa que da a la madre, al niño, la caricia que le hace en la cabeza, la colocación de la cinta nuevamente en su lugar y el abrazo que corre a darle a una señora de más edad que también llega en silla de ruedas (madre e hijo supondré), haciéndose cargo de la silla de ruedas que saca a la señora de la zona restringida.
Sale un grupo de jóvenes, sin maletas, no puedo evitar recordar a don Trump y sus acciones, ¿expulsados, auto deportados, "vacacionantes"? quien sabe, pero salen en principio en silencio, hasta que uno de ellos dice algo que no escucho y provoca la risa de los demás. No buscan a nadie, parece que nadie los espera y así salen caminando de la zona restringida.
Bromeo con mi esposa que los abrazos son proporcionales a la cantidad de maletas que el recién llegado trae, pero no es así, es solo una broma.
Un joven esconde tras su espalda un ramo de flores, mientras una guapa joven sale por la puerta, él, evidentemente, busca esconderse entre quienes esperamos, ella, con disimulo, barre con la mirada la multitud mientras avanza con solo un bolso de mano, hasta que el joven se le presenta, se abrazan y besan, hasta que él descubre la sorpresa en su espalda y ella toma las flores ¿novios, esposos? no lo se, pero se pierden entre la multitud caminando tomados de las manos.
Algunas personas esperan con nombres escritos en papeles, mostrándolos para que el dueño de ese nombre se les plante cara a cara y poder conducirlo a su destino. Hay carteles de todo tipo, escritos prolijamente hasta uno que ha sido hecho en una hoja cuadriculada arrancada a un cuaderno anillado y escrita con lapicero, repasando varias veces cada línea para que la letra parezca gruesa y clara a la distancia.
Una pareja de jóvenes con un niño que da sus primeros pasos aparecen, el niño caminando, muestra sorpresa de ver tanta gente, la chica busca con atención entre los que estamos de este lado, pero no parece estar nadie, seguirán caminando a lo mejor más allá esté quien les está esperando.
De este lado, los niños se sientan en el suelo, mientras esperan. Hay familias grandes y de todas las edades, hay personas solas, pero todos pendientes de quien sale por esa puerta. Los adultos buscan con interés quedar frente a la puerta que se abre y cierra automáticamente cada vez que alguien se acerca, así, pueden ver quien camina por el pasillo del interior del aeropuerto hacia la puerta y, en algún momento se escuchará un "!Ahí viene, ahí viene!", en automático como la puerta que se abre y cierra, se elevan los globos, se esconden las flores, se preparan los brazos, las sonrisas, la alegría y las emociones todas.
Algunas familias, no saltan la cinta, más bien asaltan la zona restringida, corren al abrazo, levantan a los más pequeños, a lo mejor primera vez que los ven, los besos abundan, las risas, la alegría, pero también el llanto.
El llanto que más llama mi atención es el de una mujer joven que a no más de cinco pasos desde la puerta ha recibido a una chiquilla, que corriendo se lanza a sus brazos abiertos, se funden, lloran, se miran, siguen llorando y sin soltarse, sus labios empiezan a moverse, ¿madre e hija? las edades dan para eso, todos miramos la escena, cada quien pensará su teoría, cada quien pensará en un período de tiempo (¿3, 4, 5, 10 años?, ¿la edad de la niña que parece de 12?) que no se han visto. En ese espacio de tiempo dos personas, hombre y mujer, más cercanas a la edad de la mujer, se acercan y se agregan al abrazo, el llanto rebalsa esos cuatro pares de ojos. y así, fundidos en el abrazo se retiran de la zona restringida, para mezclarse con las decenas de "gentes" que seguimos esperando.
Mis observaciones se detienen, desvío mi pensamiento hacia el dolor del exilio económico de miles de salvadoreños, gracias a la falta de oportunidades en la Patria, recuerdo las historias de mis amigos, de mis hermanos, agradezco a las "patronas" en México, recuerdo el canto de los "Tigres del Norte", el "Tres veces mojado"... me llegan las palabras escritas del poeta Oswaldo Escobar Velado: "Esta es mi Patria: un montón de hombres: millones de hombres; un panal de hombres que no saben siquiera de dónde viene el semen de sus vidas inmensamente amargas", luego llega otro más joven, Roque Dalton: "los eternos indocumentados, los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, los primeros en sacar el cuchillo, los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos". Para finalmente recordar con el título de un libro de José Roberto Cea, una frase tan familiar, que siendo ajena la hice mía: "En este paisito nos tocó, y no me corro".
Recibo con un sentimiento de alegría-tristeza a quienes espero y pienso que ellos al menos, ya tienen la nacionalidad de la patria que les recibió.