viernes, 20 de junio de 2025

Mi vida entre los sueños y la adversidad


Emilio Monzón Choto es un desconocido en El Salvador, uno más de la diáspora, esa que según el Banco Central de Reserva (BCR), en remesas familiares "representaban un 16 % del PIB en 1991, mientras que para el segundo semestre de 2024 superaron el 25 %", diáspora que sueña con una Patria diferente, al punto de creer toda propaganda que les llega acerca de los avances logrados, sin embargo, Emilio el salvadoreño desconocido en su tierra, ha aparecido en portadas de periódicos importantes en los Estados Unidos y ha sido entrevistado por periodistas de prestigio en América Latina y que residen en ese país. 

Las personas se conocen hasta que se ha compartido cercanamente la vida con ellos. Con Emilio compartimos tres años en el Instituto Nacional de Santa Ana (INSA), compartimos sueños con diferentes enfoques, aulas de estudio y aprendizaje en el INSA, nada más. Él era dirigente estudiantil y yo buscaba hacerme invisible a la vista de los represores de la dictadura. No fuimos amigos, . Hoy, creo conocerle mejor, porque recién finalizo la lectura de su libro: "Mi vida entre los sueños y la adversidad (Memoria histórica de un migrante en Europa y Estados Unidos)", la narración de su vida desde niño pobre en El Salvador, a su retiro, en los Estados Unidos, como maestro (con maestría) de idioma español en los Estados Unidos.

Luego de leer la realidad infantil que tuvo en Ciudad Arce (La Libertad) y Santa Ana (Santa Ana), llego a la conclusión de que en la década de los 60-70, la realidad de muchos de los alumnos de las escuelas del sector público y en los institutos nacionales de  Santa Ana (a lo mejor en todo el país), era similar: familias en las que faltaba todo menos amor y que día a día, luchaban por una vida mejor.

La década del 70 (como todas las década anteriores y posteriores en El Salvador) las familias pobres debieron tomar decisiones, quedarse en la patria y soportar el largo invierno (político, social, económico) que aun hoy vivimos, o emigrar y, como describió el poeta, llorar, no por el himno nacional en las nieves del Norte, sino por la familia, por los hijos que dejaron en la Patria ingrata. La familia de Emilio fue de las segundas, su madre primero, luego su padres, se van a los Estados Unidos, él queda responsable de sus hermanos más pequeños.

Al salir del INSA, Emilio se inscribe en la carrera de psicología en la Universidad de El Salvador (UES), la realidad social, económica y sobre todo política (por su antigua presencia como dirigente estudiantil en secundaria), le lleva a solicitar una beca de las que brindaba el Partido Comunista de El Salvador, a través de sus frentes abiertos estudiantiles y sindicales, para irse a estudiar a los países socialistas (Q.E.P.D.), El 17 de septiembre de 1979, se eleva, desde el Aeropuerto de Ilopango en San Salvador, en un vuelo que lo lleva a México, Estados Unidos, Holanda, Polonia y aterriza finalmente en Moscú. Eran los días en los que muchos jóvenes, desde El Salvador, creíamos que el paraíso era posible construirlo en la tierra. Emilio descubre que ese paraíso en construcción, era más bien un purgatorio permanente que a muchos ciudadanos de esos países, se les convirtió en infierno destructor de sus vidas.

Decidido a un futuro mejor para sí mismo y su familia renuncia a la beca, con las consecuencias que esto tiene y logra, finalmente, salir desde Moscú hacia México y, desde allí, saltar (como tantos ilegales) a los Estados Unidos donde se reúne con su madre y hermana.

Lo que sigue en su vida, es la comprobación de que la suerte es el cruce de la preparación y la oportunidad, la vida presenta oportunidades, que serán para quienes se han preocupado de obtener la preparación necesaria para aprovecharlas. 

Emilio no deja de lado el sueño de estudiar para superarse a sí mismo y mejorar económicamente, pero la realidad obliga: sobrevivir es lo primero. Hay que trabajar arduo, con el agravante de ser ilegal, de ser un hacelotodo, un comelotodo, un vendelotodo más, uno más de mis eternos indocumentados hermanos salvadoreños en cualquier país del mundo.

Pero Emilio establece diferencia: sacrificio y disciplina férrea le permitirán ir aprendiendo y desarrollando esas habilidades que serán necesarias para aprovechar las oportunidades que se presenten en la siguiente década.

Así, se gradúa de mecanógrafo, técnico en computadoras, licenciado en sistemas y finalmente maestro (Maestría) en educación. Todo lo escrito en este párrafo de tres líneas, representa el sacrificio de más de 20 años en la vida de Emilio.

Llegarán los hijos (gemelos), alegría y más reto. Vendrán buenas y malas experiencias de vida. En todo este período Choto (como le llamábamos en el INSA) se muestra un ser humano agradecido con quienes le rodean y apoyan, humanos y solidarios con quienes le necesitan y puede servirles.

Encuentra compañera ideal en El Salvador y se casa con ella. Al igual que la mayoría de los que formamos la generación 75-77 del bachillerato académico del INSA, Choto dice adiós, a la profesión y se retira de su labor, toma tiempo para escribir estas páginas que hereda a nuevos inmigrantes, consejos salidos de su dura y exitosa experiencia, su autobiografía.

El libro fue presentado el pasado 8 de junio en Santa Ana, pude acompañarle junto a Víctor Villeda y su gran amigo Gerardo Aristondo, Alberto Moreira y algunos compañeros y amigos más, nos comentó algunos datos del libro y pudimos conversar por más de dos horas sobre el libro, es decir sobre su vida.

Escrito con fluidez, el libro es fácil de leer y sobre todo, permite (al menos en mi caso) revivir muchas historias, algunas incluso olvidadas o protegidas por el velo del olvido obligatorio en esos días. Permite que se acerque más al dolor de los emigrados y a la comprensión del esfuerzo que representa cada dólar que, como remesa, se agrega al patrimonio de quienes los reciben como pago gracias a que los destinatarios los llegan a gastar a sus restaurantes, almacenes y demás.

Gran esfuerzo de Emilio, que como todo en la vida, sin duda, recibirá reconocimiento de quienes podamos disfrutarlo. Gracias por compartir tus sueños, dolores, penas, triunfos, tu vida en una palabra. Gracias Emilio Monzón Choto, gracias Choto y éxito en esta nueva empresa de escritor, de mi parte solo quiero compartir este trozo musical que sin duda, te traerá bellos recuerdos:

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