Ítalo López Vallecillos escribió un libro en dos tomos, que titulo: "Gerardo Barrios y su tiempo", ese libro fue segundo lugar en el Certamen Nacional de Cultura, en el año 1965 y por eso, fue publicado por la entonces Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación. El libro llegó a casa, gracias a mi padre, una amiga se lo regaló porque sabía que nos gustaba leer y mi padres estaban muy interesados en nuestra educación.
Ese libro cubría la vida de Gerardo Barrios, desde su infancia (ahí supe que "patojeaba" un poco porque de niño un cerdo lo mordió), hasta su muerte. En él se incluían algunas fotografías: la silla en que fue sentado para ser ejecutado, la ceiba al pie de la cual lo ejecutaron, su tumba y el monumento que lo cubría, su uniforme de gala, entre las que recuerdo.
Ver "en vivo" eso mismo fue impresionante, con menos de 15 años, no podía creer que algo que vi en un libro existía, estaba allí,al otro lado del vidro que lo protegía. Estábamos en el Museo "David J. Guzmán", mi primera vez en un museo.
Mi primera vez en el cementerio de Los Ilustres, acompañados por las historias que había en cada tumba, ver las tumbas de personalidades que solo había escuchado o leído botó muchos mitos y aprendí, allí mismo que la muerte no perdona, quizás fue cuando acepté que la muerte iba a llegar, solamente iba a llegar y vivir era el gran reto.
Pude ver el monumento en la tumba de Gerardo Barrios y, al examinarlo con la mirada, recordar lo que años antes había leído en ese libro, la presencia de doña Adelaida.
Ocurrió lo mismo cuando, frente al campanario de la Iglesia de La Merced, imaginé, en mi mente infantil, cómo habría sido, en aquella ciudad tan pequeña en 1811 lo que en la escuela me enseñaron como "Primer grito de independencia", el padre Delgado tocando a rebato las campanas, y la gente pidiendo libertad. Posteriormente aprendería que la cosa fue de otra manera, pero en ese momento dibujé en mi mente aquel evento.
Caminar alrededor del Palacio Nacional, entrar a la Catedral, escuchar la historia del incendio de la misma en 1951, la esquina en la que estuvo la Universidad de El Salvador y la historia también de su incendio. El ingreso a la Iglesia del Rosario, el impacto fue el mismo que sentí cuando entré en la Catedral de Brasilia y vi la copia milimétrica de "La Piedad".
Conocí los estudios de YSKL, el Palacio Negro de la Policía Nacional (solo por fuera), la Iglesia de Candelaria, la de San Esteban y pude recrear a mi madre, pequeña vendiendo tortillas en ese barrio.
En una Semana Santa me impacté de ir a la Calle de La Amargura, y ver los cientos de gentes cumpliendo promesas "caminando" hincados, como otros les auxiliaban colocando cartones sobre el pavimento para que no se quemaran con el sol de la mañana y mediodía, caminaban con vendas sobre sus ojos guiados por sus hijos o parientes, cada quien cargando su pena o dolor, pagando su gracias, ¡qué se yo!...
Iban desde la iglesia de San Esteban a la iglesia de El Calvario, y nos sentamos un rato en alguna grada a verles pasar. Mi Parra, el hombre de las primeras veces explicando, respetando nuestras creencias infantiles de un cielo y paraíso, pero internamente yo cuestionaba si un Dios que te ama, realmente quiere que te auto-maltrates de esa manera.
En retrospectiva, Mi Parra, no solo me introdujo en las maravillas que había visto en fotografías, en las costumbres que no conocía, en la cultura tan esquiva a los pobres, en los beneficios de la clase media, sino que sin quererlo, fue eliminando mitos, creencias del niño que iba creciendo. Me enseñó a pensar cuestionando, me enamoró de la matemática más de lo que ya estaba, me quitó el miedo al álgebra y a la trigo, muchísimos años antes de que pudiera recibir clases de ella.
Lastima no logró enamorarme de la astronomía, y es que pensaba que ver hacia arriba era una pérdida de tiempo, cuando había tanto que hacer en esta tierra. Mi Parra construyó, sin saberlo, hambre de aprender más, comprobando todo, verificando cada dato.
Nunca te lo he dicho Parra, pero tiene razón Yolanda, hay que hacerlo, así es que Gracias Parra por todo eso.