martes, 29 de octubre de 2024
Lo malo de embriagarse muy temprano
La canción que te debo
Creo que es la primera vez que saldrás y los chicos ya no están en casa. Siento más tranquilidad ante el hecho de no ser directamente responsable de su seguridad y bienestar.
Hemos hablado muchas veces de lo que pienso de esos viajes, pero respeto tu decisión porque se que a ti te agradan, a pesar de la enorme responsabilidad y trabajo que tienen.
Como sea, es la primera vez que seré consciente de tu ausencia por mí, no por mis hijos, sino por mi mismo y eso es novedad.
Sabes que te estoy profundamente agradecido por haber salvado mi vida, y sí, ha habido muchos momentos complicados, hasta que hemos llegado a este acuerdo mutuo de quedarnos juntos hasta el final. En todo caso, creo es tiempo de decirte la canción que te debo.
Gracias por todo y feliz viaje.
martes, 30 de julio de 2024
Mi Parra: El hombre de las primeras veces - II
Ítalo López Vallecillos escribió un libro en dos tomos, que titulo: "Gerardo Barrios y su tiempo", ese libro fue segundo lugar en el Certamen Nacional de Cultura, en el año 1965 y por eso, fue publicado por la entonces Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación. El libro llegó a casa, gracias a mi padre, una amiga se lo regaló porque sabía que nos gustaba leer y mi padres estaban muy interesados en nuestra educación.
Ese libro cubría la vida de Gerardo Barrios, desde su infancia (ahí supe que "patojeaba" un poco porque de niño un cerdo lo mordió), hasta su muerte. En él se incluían algunas fotografías: la silla en que fue sentado para ser ejecutado, la ceiba al pie de la cual lo ejecutaron, su tumba y el monumento que lo cubría, su uniforme de gala, entre las que recuerdo.
Ver "en vivo" eso mismo fue impresionante, con menos de 15 años, no podía creer que algo que vi en un libro existía, estaba allí,al otro lado del vidro que lo protegía. Estábamos en el Museo "David J. Guzmán", mi primera vez en un museo.
Mi primera vez en el cementerio de Los Ilustres, acompañados por las historias que había en cada tumba, ver las tumbas de personalidades que solo había escuchado o leído botó muchos mitos y aprendí, allí mismo que la muerte no perdona, quizás fue cuando acepté que la muerte iba a llegar, solamente iba a llegar y vivir era el gran reto.
Pude ver el monumento en la tumba de Gerardo Barrios y, al examinarlo con la mirada, recordar lo que años antes había leído en ese libro, la presencia de doña Adelaida.
Ocurrió lo mismo cuando, frente al campanario de la Iglesia de La Merced, imaginé, en mi mente infantil, cómo habría sido, en aquella ciudad tan pequeña en 1811 lo que en la escuela me enseñaron como "Primer grito de independencia", el padre Delgado tocando a rebato las campanas, y la gente pidiendo libertad. Posteriormente aprendería que la cosa fue de otra manera, pero en ese momento dibujé en mi mente aquel evento.
Caminar alrededor del Palacio Nacional, entrar a la Catedral, escuchar la historia del incendio de la misma en 1951, la esquina en la que estuvo la Universidad de El Salvador y la historia también de su incendio. El ingreso a la Iglesia del Rosario, el impacto fue el mismo que sentí cuando entré en la Catedral de Brasilia y vi la copia milimétrica de "La Piedad".
Conocí los estudios de YSKL, el Palacio Negro de la Policía Nacional (solo por fuera), la Iglesia de Candelaria, la de San Esteban y pude recrear a mi madre, pequeña vendiendo tortillas en ese barrio.
En una Semana Santa me impacté de ir a la Calle de La Amargura, y ver los cientos de gentes cumpliendo promesas "caminando" hincados, como otros les auxiliaban colocando cartones sobre el pavimento para que no se quemaran con el sol de la mañana y mediodía, caminaban con vendas sobre sus ojos guiados por sus hijos o parientes, cada quien cargando su pena o dolor, pagando su gracias, ¡qué se yo!...
Iban desde la iglesia de San Esteban a la iglesia de El Calvario, y nos sentamos un rato en alguna grada a verles pasar. Mi Parra, el hombre de las primeras veces explicando, respetando nuestras creencias infantiles de un cielo y paraíso, pero internamente yo cuestionaba si un Dios que te ama, realmente quiere que te auto-maltrates de esa manera.
En retrospectiva, Mi Parra, no solo me introdujo en las maravillas que había visto en fotografías, en las costumbres que no conocía, en la cultura tan esquiva a los pobres, en los beneficios de la clase media, sino que sin quererlo, fue eliminando mitos, creencias del niño que iba creciendo. Me enseñó a pensar cuestionando, me enamoró de la matemática más de lo que ya estaba, me quitó el miedo al álgebra y a la trigo, muchísimos años antes de que pudiera recibir clases de ella.
Lastima no logró enamorarme de la astronomía, y es que pensaba que ver hacia arriba era una pérdida de tiempo, cuando había tanto que hacer en esta tierra. Mi Parra construyó, sin saberlo, hambre de aprender más, comprobando todo, verificando cada dato.
Nunca te lo he dicho Parra, pero tiene razón Yolanda, hay que hacerlo, así es que Gracias Parra por todo eso.
lunes, 29 de julio de 2024
Mi Parra: El hombre de las primeras veces I
Tuve un padre que, con sus aciertos y fallas como humano, se convirtió en mi héroe.
La vida me regaló un segundo padre que fue, en mi niñez y adolescencia, quien me orientó a descubrir muchísimas cosas que la pobreza no me permitía imaginar siquiera.
La pobreza limita en extremo, no te permite conocer, entre otras cosas, la cultura, la ciencia, el deporte.
La pobreza en casa de mis padres tuvo una variante milagrosa, brillante, basados en sus experiencias de huérfano desde la infancia primera y vendedora de tortillas a domicilio, pensaban, estaban convencidos que era la educación lo que permitía abandonar honestamente la pobreza.
El premio al final del año por pasar el grado era, visitar una semana completa a mis abuelos en Mejicanos, San Salvador. Allí vivían mis abuelos maternos, mis tías que nos querían tanto que les llamábamos mamá y mi tío Elias, a quien nunca le llamé padre, sino que le decía "Parra" porque me parecía como una sombra providencial sobre todos los sobrinos (él en ese momento no tenía hijos) que a mí, me permitió conocer más sobre la vida.
El fue el hombre de las primeras veces: la primera vez que fui al mar; al Viet Nam en el estadio Flor Blanca; al campus de la Universidad de El Salvador, caminamos toda la universidad, desde la tarde hasta la noche, ingresar a la Biblioteca Central de esa UES de 1970 y algo, me impactó. La primera vez que veía una biblioteca en la que podías tomar tu mismo cualquiera de esos miles de libros, había un silencio total en ese gran edificio, ocasionalmente un tecleo porque en las columnas había mesas con sillas y en ella una máquina de escribir, para que los estudiantes pudieran hacer las tareas.
En cada salida, cada paseo, era una lección de vida, caminábamos conversando, contaba experiencias, historias, discutíamos cosas, aclaraba dudas. Era mi maestro. La primera vez que supe que no solo existían sorbetes de carretón, fue con él. Lo más sofisticado que conocía eran las minutas con sorbetes de Alaska (Fuera del Colegio Bautista en Santa Ana). Nos llevó a un negocio cerca de La Prensa Gráfica (no recuerdo su nombre), allí por primera vez vi que se podía comer sorbete en una copa, con cuchara y descubrí las servilletas. Más de alguna vez, cuando trabajé en La Prensa Gráfica, salí a ese negocio solo por sentarme a tomar un sorbete para recordar ese momento mágico de mi infancia.
Conocí a la "Ma´Meche" una señora que vendía comida en el Parque Hula-Hula, llegaba con un camión, extendía una lona y empezaba a despachar comida, se llenaba de vagos, bolos y nosotros, porque cuando salíamos el enseñaba que uno andaba "paseando" por tanto no iba a llegar a la casa molestando por comida.
Fue él quien me presentó, sentados en el suelo de la casa y con una tiza escribiendo y dibujando sobre él, al álgebra, y la trigonometría, de esta última hasta me mostró el "Nueva trigonometría plana y esférica" de Webster Wells, el primer libro de papel satinado que toque. En otra ocasión, tirados de espalda sobre el techa de la casita, me presentó la astronomía, me mostró las constelaciones y me contó como se construían.
Me contaba como era la vida en la Universidad, él recién había intentado estudiar Economía, el esfuerzo le duró pocos ciclos, porque en el trabajo, se concentraron en ponerle bloqueos para que no estudiara, era lo común en esos años con la gente que trabajaba y estudiaba y él no podía dejar de trabajar, era el responsable de la casa.
Mi Parra nos llevó por primera vez al McDonalds, recién inaugurado, le interesaba que supiéramos que el mundo era más grande que la pequeña Santa Ana.
Era jugador estrella del equipo en el banco en el que trabajaba y, cuando me fui a San Salvador, para intentar ingresar al Instituto Nacional "Francisco Menéndez" me incluía en los entrenos que se hacían al mediodía, en esa época era común que los negocios cerraran entre las 12 meridiano y la 1 o 2 de la tarde, ese momento era aprovechado para "masconear".
Mi tío Elías, Mi Parra, fue el hombre de las primeras veces, muchas primeras veces, creo que nunca le llamé padre o papá, porque ingenuo como era pensaba que mi padre se podía molestar, fueron grandes amigos, cuando despedimos a mi padre, mi Parra dijo que fue el hermano que siempre quiso.
Hoy Mi Parra, está más señor, vive en los Estados Unidos, porque así tocó, pero cada vez que viene es una alegría enorme verle y poder acompañarle, así sea solo del aeropuerto a la casa o en el viaje de regreso y saber que él fue el hombre de las primeras veces, mi segundo padre, aun cuando nunca se lo he dicho.