domingo, 6 de diciembre de 2015

La primera canción subversiva



La primera canción subversiva que recuerdo era cantada por mi madre. En la radio se escuchaba con Javier Solis, la Sonora Santanera y a lo mejor Daniel Santos, pero yo la aprendí y aprecié en la voz de mi madre.

Un fin de semana de hace muchos años, arrinconado en algún lugar, alguna lágrima derramaría escuchándola a solas. La cantaba desde un casete Víctor Jara y mi mente volaría hasta el calor rico y sabroso del hogar que había quedado atrás, recuerdo que en ese momento me pregunté "¿qué estarán haciendo?", mentalmente me respondí que mi madre estaría cantando algo mientras atendía la tienda, mi padre con los cambios de billetes de lotería o entregando calzado o material a los operarios para elaborar calzado o corriendo por alguno de los tantos oficios que siempre hubo de tener para alimentar a la familia, mis hermanas y hermano "echando el hombro" (colaborando) en esas tantas tareas, mientra yo seguía creyendo que era posible cambiar el mundo por medios "revolucionarios".

Cuando era niño, mi madre cantaba yo le escuchaba y el "Lamento borincano" me obligó a utilizar el diccionario para saber qué era un jíbaro y aprendería que, Borinquen o Borinquén, era el nombre cariñoso que los portorriqueños daban a su patria, entonces la canción tuvo sentido y cada vez que la escuchaba sentía profunda tristeza por ese pueblo y por los pobres como nosotros que dependíamos del "mercado" que nunca ha existido en El Salvador y para quienes, el "estreno" (en El Salvador es estreno de ropa) no llegaba cada navidad.

Recién alcanzo 56 años de edad. Mi madre aun canta, mis hermanos aun me siguen protegiendo, mi padre a lo mejor se está despidiendo.

Aun así se que me escuchó cuando le di las gracias por toda su vida, por su ejemplo, por haber sido mi primer y único héroe, por que mis hijos hoy enfrentan la vida con más armas que nosotros, gracias a la visión que él y mi madre tuvieron, gracias a los principios que inyectaron en nosotros. Es doloroso pensar que su vida se apaga y sin embargo es justo luego de tanta vida, de tanto esfuerzo, de tanto sacrificio.

Hoy, de nuevo solo, como aquel fin de semana del siglo pasado en que escuché a Víctor Jara cantando el "Lamento Borincano", recuerdo el bello hogar que Dios me regaló y le pido, que si es momento de llamar a mi padre a su presencia, que lo haga sin lastimarlo, imagino que sufre, lo imagino porque a mi me dolió verlo postrado sobre un colchón antiescaras, rodeado de aparatos, cables, tubos...