viernes, 28 de junio de 2013

¡Qué falta hará en este mundo triste y egoísta...!



Nunca escribí su nombre en ningún muro. Es cierto, nunca exigí, desde algún muro de El Salvador, su libertad. Le conocíamos y admirábamos; es solo que en aquella década del 70, cuando usted ya acumulaba más de 10 años de cárcel de la condena perpetua que el régimen le había impuesto, nosotros estábamos reventándole la paz a nuestra propia dictadura.

Le conocíamos, “Radio Habana-Cuba” nos lo presentó; nos contaba de la lucha mundial por su libertad de sus conciudadanos y nos presentaba su ejemplo en la lucha contra el Apartheid; valiosa (y única) enseñanza en esos tiempos lejanos, sin internet, sin e-books, sin toda esa libertad para buscar información.

Y a través de esas historias, de esas noticias, de las efemérides, le conocí. Sabía entonces que usted estaba del lado correcto y por tanto, guardando las distancias entre su ejemplo y el miedo diario que yo repartía por las calles de mí país, usted y yo éramos Compañeros (así con mayúscula).

Seré honesto, me parecía válida la lucha por su libertad, pero la veía cuesta arriba, con 17 años y la desesperación por compañera, era para mí imposible que se diera un cambio sin balas, eso no se podía pensar en esa época, ¿Cómo lo iba a dejar ir el régimen Sudafricano?, pero entones el mundo empezó a cambiar más rápido de lo que nosotros mismos lo habíamos soñado, más rápido de lo que nosotros mismos talvez podíamos haber estado preparados. Usted, en cambio, estaba listo, sabía que ese momento llegaría y se preparó pacientemente por largos años... desde la prisión, en la prisión...

El día de la justicia: su libertad. Luego ganaría una elecciones para ser primer presidente de la Sudáfrica sin Apartheid y entonces, me di cuenta que no le conocía, que aun tendría que aprender de usted algo que es tan escaso en esos días: coherencia, fidelidad a los principios.

A pesar del poder, a pesar de la admiración total, no sólo de sus conciudadanos, sino de prácticamente toda la humanidad, la lealtad a los valores, a los principios. El amor, lejos de la venganza. ¿Luego de tantos años en las condiciones que vivió preso?.

El sacrificio personal, el familiar. Sí, sin duda un precio alto. Muy alto, pero aun en eso tuvo la valentía de definir que su rectitud estaba a toda prueba.

Por todo eso, yo puedo afirmar Gran Nelson Mandela ¡Qué falta hará en este mundo triste y egoísta!



martes, 4 de junio de 2013

No te pelés… que miedo no te tenemos

A ti quien te nombró juez de la historia de hombres y mujeres sin conocerlos. Llegaste al puesto que ocupas por el momento amparado en tu “amistad”, porque sin él no eras nada. Un ladrón más buscando su oportunidad, un banquero del mejor linaje, sin lástima de empobrecer a los pobres. Llegaste y te rodeaste de militares para vigilar a los “opositores”, militares que antes torturaban y asesinaban, ahora eran tus amigos, tus protectores, tu seguridad, los que permitirían que tu complejo de gente importante se sintiera bien… y claro entonces podrían vigilar a quienes laboraban en la institución, porque para ti todos eran opositores, que mejor prueba que haber laborado para el gobierno anterior (al que antes apoyabas por cierto)… Y empezaste a calificarlos…

Pobre pendejo, si supieras que mientras tu abusabas de la inocencia en la finca de tu padre o estudiabas tus profesiones tan abundantes y variadas dentro y fuera del país, aquí sudábamos helado, agazapados, con las manos repletas de molotov y nuestro miedo, porque eso era lo único que teníamos en las manos, en la mente teníamos la convicción de lo correcto, la seguridad de que valía la pena el sudor helado en la espalda, la dormida con un ojo abierto, la eterna tensión de caminar en la calle “ojo al Cristo” con los polarizados y los que caminaban cerca de nosotros por más de dos cuadras… Y mientras tu disfrutabas la riqueza generada con el sudor de los explotados, nosotros nos rebuscábamos y perdíamos amigos y hermanos, esa es nuestra historia… Ahora ya la sabes y no te tenemos miedo…